a)Por cualquier persona, independientemente de su nacionalidad;
b) Entre el 1º de enero de 1994 y el 31 de diciembre de 1997.”
Se acerca el día 6 de abril. Esa fecha permanece grabada a sangre en la mente y las tripas de millones de personas que sufrieron un horror impensable. Los cien días siguientes al 6 de abril de 1994, tuvo lugar en Ruanda un baño de sangre, terror, muerte, ira y caos. Comenzó el único genocidio reconocido en ese castigado país. 800.000 personas fueron masacradas. La historia oficial dice que la mayoría eran de etnia tutsi, pero muchos de ellos eran también hutus que se oponían a la barbarie. Los únicos verdugos juzgados por la historia oficial fueron los militares extremistas y milicias paramilitares llamadas Interahamwe, se sobreentiende que hutu. Ningún tutsi, ningún rebelde del FPR, ahora en el poder, a pesar de haber cometido masacres igualmente calificables de genocidio.
La mayoría del pueblo, de etnia hutu y tutsi, también los twa, no hizo más que sufrir un miedo que jamás podremos llegar ni a imaginar de lejos los que no hemos vivido algo así. Insisto, LA MAYORÍA, huyeron en todas direcciones, se ayudaron, sufrieron terror y sufren hoy el trauma del recuerdo. Lloraron por las vidas perdidas sin sentido. Querían despertar de aquella pesadilla. Pero la historia oficial ha castigado a una etnia entera, la mayoritaria, a llevar la etiqueta de genocidas, y no víctimas, cuando la realidad es que son cuanto menos, igualmente víctimas de la crueldad psicópata y sanguinaria de la geopolítica global en la región.
Saco estas conclusiones después de leer y escuchar a muchos de los supervivientes, europeos, tutsis y hutus, famosos y anónimos. Después de haber asistido al diálogo interruandés, en Mallorca en 2011. Después de leer estos relatos esclarecedores que cito y recomiendo, entre otros:
Carnages. Les guerres secrètes des grandes puissances en Afrique. Del periodista de investigación Pierre Péan.
Huir o morir en el Zaire, testimonio de una refugiada ruandesa. De Marie-Béatrice Umutesi.
África, la madre ultrajada, de Joan Carrero Saralegui.
Les réfugiés rwandais à Bukavu au Zaire. Les nouveaux Palestiniens?, de Philippe de Dorlodot.
La Hecatombe de los refugiados ruandeses en el antiguo Zaire, testimonio de un superviviente. De Benoît Rugumaho. Testimonio que he tenido la fortuna de leer en español a pesar de no estar todavía publicado en esta lengua L’Hécatombe des réfugiés Rwandais dans l’ex-Zaire. Témoignage d’un survivant, gracias a que conozco tanto al autor como al traductor.
Auto judicial de 182 páginas del juez Andreu Meralles, presentado en el Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional española en 2008, publicado aquí, en la página de Veritas Rwanda Forum.
Y muchos más de autores como Charles Onana, Patrick Mbeko, Robin Philpot, Judi Rever, Boniface Musavuli, Jean Pierre Mbelu, Honoré Ngbanda...
Digo que sufren hoy, porque es incomprensible la indiferencia del mundo ante una realidad terrorífica, debido a la manipulación a la invención de una historia oficial suprimiendo la verdad a costa de la vida de millones de ruandeses y congoleños y el empeño en mantener la Justicia de los vencedores como única “justicia” posible. Todo en aras de ocultar la culpabilidad de grandes hombres, empresas y potencias, y por el beneficio económico de la explotación legal e ilegal y sobre todo el control de unas inmensas riquezas naturales, las de la República Democrática del Congo.
Teniendo en cuenta mi falta de conocimientos sobre infografía, este (la imagen anterior) es el esquema más sencillo que se me ha ocurrido hacer para explicar por qué todos, hutu y tutsi, sufrían antes, durante, después del genocidio de 1994 y lo que les queda en el futuro… Intentaré explicar de forma casi imperdonablemente breve y simplificada lo que pasó y pasa en Ruanda y Congo.
Sin olvidar que antes del 1 de octubre también hay una historia que tiene sus consecuencias, doy comienzo a esta crónica en el 1 de octubre de 1990.