El día 6 de febrero de 2021 amaneció triste. Habían pasado exactamente siete años desde que la guardia civil mató a 14 jóvenes sin gastar ni una bala, lo hicieron con el abundantísimo material antidisturbios que les pagamos entre todos para combatir… no sé qué exactamente. Dicen que la inmigración, pero eso es una gran mentira, no se puede combatir una enfermedad si no se trata la causa. La principal causa es la pobreza. Matar a los pobres no es combatir la pobreza, es solo matar. Pienso en sus madres, padres, hermanas y hermanos, parejas, ¡cuanto dolor e impotencia! No quiero ni pensar que algo así le pueda pasar a mi padre, a mi hermano, a mi hijo. Qué horror.desmotivaciones.es
Ese mismo día, entre rachas de lluvia, teníamos otra cita ineludible con horas de diferencia. Se había convocado la primera manifestación de apoyo al rapero Pablo Hasel, todavía no había entrado en la cárcel, pero fue cuestión de unos días. Otro artista (que también es un comprometido antifascista) es encarcelado en España, convirtiendo a este país en el que más artistas ha procesado del mundo entero.*
Vas a estas cosas casi arrastrando los pies de depresión. ¿Por qué no somos más gente? En todas acabas viendo siempre a prácticamente las mismas personas, te quedas con sus caras y al final, verles te reconforta, porque es gente que jamás duda cuál es su bando. Su bando está al lado del oprimido, al lado del explotado, al lado del humillado. Su bando está enfrente del sistema que oprime, explota, humilla, encarcela y asesina y enfrente de quienes lo defienden, blanquean o justifican.
Es incomprensible que no seamos más en estas manifestaciones ¿qué ha sido de nuestra humanidad? ¿qué nos ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a defender y justificar el asesinato de personas pobres de la forma más inhumana? ¿cómo podemos llegar a creer que es de justicia meter en la cárcel a una persona comprometida en combatir el fascismo?
Gramsci decía que «la indiferencia es el peso muerto de la historia». Los medios, la cultura hegemónica y el penoso sistema educativo que hemos sufrido durante tantos años nos ha llevado a esto, a un relativismo y una equidistancia generalizada que son repugnantes. Apestan a desconocimiento, indiferencia y sinrazón. Jaurías de personas creen que el fascista es tan malo como antifascista, que el machista es tan malo como el feminista, que democracia es esta cáscara vacía y no sé qué barbaridades más.
Mientras pienso y pienso, tratando de imaginar alguna forma de trabajar en busca de la cordura social, una sola cosa tengo bien clara: que con quién quiero trabajar en ese sentido es con esa gente y un puñado más, los y las que nos solemos ver de perfil, nunca de frente, pero por nuestros ideales nos reconocemos a la legua.
Parafraseando de nuevo a Gramsci, odio a los indiferentes y además añado, amo a los que saben con firmeza cuál es su bando, me guían, me reconcilian con la humanidad y me recargan de energía el corazón.
Por Marina Kweli
*Ayer, día 17, nos manifestamos de nuevo para pedir la libertad de Pablo Hasel. Afortunadamente, ayer había mucha más gente, gente joven con mucha rabia. Lógicamente. No éramos suficientes como para ser «la tumba del fascismo», lamentablemente, pero éramos muchos más que “los de siempre”.
La demostración de que no era “lo de siempre” viene dada por la cobertura mediática. Había muchas televisiones. Las televisiones son como los animales carroñeros, solo acuden al olor de la carroña. Es su instinto, lo único que les mueve, su alimento: la carroña. Esa carroña es servida por las fuerzas de seguridad del estado, no por las personas que piden libertad y justicia.
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