martes, 6 de abril de 2021

El maldito democracímetro en África

Contemplando el continente africano a través de los medios occidentales vemos que los periodos electorales son convulsos en las urbes de todas sus regiones. Los y las africanas hacen gala ante nuestros ojos de una pasión histriónica ante algo tan aburrido para nosotros, los autodenominados civilizados, como es ir a votar. Manifestaciones y muertos jalonan cada comicio. Pero ¿por qué? ¿es eso así de simple? Para hacer un análisis crítico del asunto hay que observar un poco más de cerca algunos aspectos relacionados con los medios de comunicación, la democracia y la ideología.

Los medios de comunicación

Los medios de comunicación que nos abastecen en Occidente de lo que llamamos noticias tienen una agenda que no suele coincidir con lo que es importante, con lo que de verdad le interesa a la sociedad. Te pueden marear hasta que te estalle la cabeza con temas que tienen poca o ninguna relevancia para nosotros, mientras que lejos de sus focos tienen lugar lo que de verdad afecta a nuestras vidas y no nos enteramos.

Todo el elenco de medios españoles (que en realidad son solo dos grupos muy similares) tienen los mismos dueños y la misma agenda. Nos ofrecen sus entretenimientos etiquetados como noticias jugando a poli bueno / poli malo, o mejor dicho, poli conservador y poli progresista. Pero en realidad son lo mismo, se mueven dentro del mismo marco cultural delimitado e infranqueable. En lo internacional ninguno de ellos pueden discrepar ni divergir de la línea y agenda de los grandes medios globales (AP, AFP, New York Times, The Guardian, BBC, CNN o Washington Post). En esa agenda internacional, África solo vale para poner toques del estilo de dolor, guerras y penurias, a veces otras historias fabricadas con la etiqueta de noticia que sirven para lavar conciencias de políticos y otros variopintos bienhechores, pero no para dar a conocer su realidad. Para fingir que les interesa otra cosa de estos países que no sean sus penurias, hablan de sus elecciones. Según nuestros medios, las elecciones son de lo más importante y nos encantan a los ciudadanos… Hay, por supuesto, honrosas excepciones de profesionales enormes, cada día más, pero aquí hablamos de la generalidad, de lo que llega a la mayoría.

Sinceramente, creo que pasan más cosas y que son más importantes que los comicios cada 4, 5 o 6 años en esos países y sociedades. Pero los medios no nos lo muestran. También creo que lo que hace protestar a los y las africanas no es que quieren votar cada 4 años a dos candidatos iguales, sino que quieren una vida digna y en paz. Los que reivindican soberanía y políticas anti sistema capitalista no salen en nuestros medios. Solo nos muestran las manifestaciones de personas que piden votar a uno u otro candidato al servicio de Occidente (aclaremos que gente que defiende el interés de su enemigo hay en todas partes, que cada uno, esté donde esté, mire en su propio país).

La democracia

Etimológicamente, el sistema de gobierno democrático significa que el poder reside en el pueblo, en un pueblo asambleario. Desde la época griega hasta hoy hemos “evolucionado” para incluir en ese pueblo a las mujeres y poco más. Ahora las asambleas no existen más que en contados países que desconocemos y despreciamos porque nuestros medios los desprecian. La democracia ha pasado a significar votar cada pocos años a una serie de representantes que llegados al gobierno hacen todo lo contrario a lo prometido. Los votantes no tenemos poder ninguno para hacer que cumplan aquello para lo que se les votó. No tenemos poder para tomar decisiones que nos den bienestar, ni siquiera tenemos el poder de protestar porque nuestros representantes gobiernan contra nuestros intereses, ya que también tenemos unas fuerzas de “seguridad” del estado que protegen a esos malos representantes de los verdaderos depositarios del poder, nosotros, y si protestamos nos muelen a palos, multas y humillaciones. 

Así visto, la falsa democracia es igual en Norteamérica, Sudamérica, Europa, Asia, Australia y África. Votas cada 4, 5 o los años que sean y te aguantas con que indefectiblemente, cada mandato, los “representantes” no hacen lo que deberían sino lo contrario. La política y la democracia ha pasado a ser ejercida por prestidigitadores de la palabra, trileros que engañan a la población una y otra y otra vez. La política, como la democracia, ha sido vaciada de su significado. En lugar de ser todo lo relativo a la organización de la vida en sociedad, ha pasado a ser sinónimo de hipocresía y falsedad para la mayoría. Ahora la gente de bien odia “la política”, precisamente por esta perversión de su significado. Ahora resulta que la política, nuestro modo de organizarnos y convivir como sociedad, ¡no está bien vista! Eduardo Galeano hablaba del Democracímetro en El Tigre Azul y otros artículos, como esa maquinaria de los países occidentales que «expresa una cultura de la apariencia, el contrato del matrimonio importa más que el amor; la misa, más que dios; el funeral, más que el muerto; la ropa más que el cuerpo; el espectáculo de la democracia importa más que la democracia».

Sobre esta desconexión con la verdadera democracia, Vicente Romano ironiza en La formación de la mentalidad sumisa, «Si es cierta la afirmación de los fabricantes de opinión y de los mediadores públicos de información de que vivimos en una democracia, resulta entonces que los trabajadores y los pequeños y medianos empresarios han decidido gastarse unos cuantos billones en los consorcios y grandes empresarios, y renunciar, en cambio, a piscinas, instalaciones recreativas, hospitales y escuelas».


En África, como aquí, nadie puede llegar a un gobierno con un programa verdaderamente revolucionario que defienda a los oprimidos, mantenga a raya a los opresores y trabaje por la vida digna en armonía. En el sistema actual, si un programa así llega a presentarse a unas elecciones y la gente cree en ellos y les vota, al entrar en los templos del poder no lo cumplirán, se excusarán diciendo que han descubierto que llegando al gobierno no llegan al poder real (y que antes no lo sabían…) El poder real no está en el gobierno, sino en las esferas de poder económico.

Entre los 55 países africanos no hay ni una pequeña soberanía nacional que merezca la pena reseñar. Tanto el gobierno de cada país como la oposición, cuando la hay, es una pequeña élite, un un grupo que se organiza para entrar o permanecer en ese grupo exclusivo que controla los recursos para interés propio y de los poderosos occidentales, pero nadie que piense en el pueblo ha llegado ni siquiera a tener relevancia en los medios. Y recordemos que la gente no vota a quien no sale en los medios.

Tras muchos años observando, puedo recomendar un barómetro que no falla: ¿Los medios internacionales hablan bien de un grupo, partido, persona? Esa persona defenderá el status quo sin sobresaltos para los verdaderos poderosos. Lo mismo pasa con las figuras y grupos de la oposición, ¿hablan bien de ellos los principales medios internacionales? No van a hacer nada para mejorar la vida de sus pueblos. Por el contrario, ¿son ignorados o, cuando no queda más remedio que hablar de ellos, son ridiculizados por los principales medios internacionales? con todas las imperfecciones que puedan tener, que no hay grupo político que no las tenga, le convienen a los intereses de su pueblo y por tanto, perjudicarían en mayor o menor medida a los grandes poderes.

Ideología

Esa despolitización de nuestras sociedades occidentales hace que no seamos capaces de ver que nos han robado la democracia, a pesar de que permitimos que nuestros “gobiernos” vayan destruyendo países enteros con nuestro dinero y en nuestro nombre, con la excusa de defender la susodicha democracia. 

No tenemos formación ni política ni ideológica y eso no es casual. Se ha invertido mucho en ello. Desde que EEUU se convirtió en la potencia hegemónica mundial, al terminar la segunda Guerra Mundial, los poderes económicos que controlan su gobierno, (no hablamos de su pueblo, que sufre como los demás esas políticas depredadoras y asesinas de la cúpula que tiene al mando) supieron ver muy bien cuál era el verdadero enemigo a abatir: que la gente piense y se organice, que sea capaz de ver con claridad sus intereses.

Se impusieron en toda Europa operaciones secretas como la Gladio o Stay-behind, de la CIA, para combatir esa idea de soberanía popular y designaron un enemigo, el comunismo*. No solo perpetraron atentados y asesinatos selectivos de pensadores y líderes sociales, se aliaron con el fascismo y lo financiaron; cometieron ataques de falsa bandera y se infiltraron en las organizaciones de izquierda, tan empeñadas en el bienestar social y la soberanía, para destruirlas desde dentro. Llevaron a cabo un enorme despliegue de recursos para cooptar y controlar la comunicación, la educación y el entretenimiento. Hoy estamos sufriendo los amargos frutos de tantas de esas operaciones, Mockingbird, Calandria… destinadas desmemoriar, desideologizar, despolitizar y desorientar a las sociedades.

La conciencia colectiva está huérfana a merced de este sistema que nos agrede, porque las izquierdas han quedado reducidas a socialdemocracias reformistas que cooptan todos los espacios que intentan cambiar esta deriva suicida, para llevar esas energías a un callejón sin salida. El convencimiento de que no hay alternativa a este sistema es general, no importa si no se tienen estudios, o si se tienen estudios universitarios; la universidad, como las herramientas del amo, nunca cuestionará el sistema más allá del marco infranqueable, nunca desmontará la casa del amo, que decía Audre Lorde.

De aquellos polvos, estos lodos

Las personas o grupos que se dicen defensores de los derechos humanos, opositores frente sátrapas y dictadores, defensores de la democracia y la libertad, y que se definen como “gente de bien que no es de izquierdas ni de derechas”, que solo quiere el bien de la mayoría… son un completo fraude para la emancipación de los pueblos. ¿Y además salen en los medios? olvídate, son lo mismo que el dictador que dicen combatir. También existe la variante de la izquierda que se doblega a los poderosos y se justifica explicando que cree sinceramente que si se hace amigo del imperio, éste le dejará combatir el imperialismo desde ahí, a su vera verita vera… no sé si es por candidez o cinismo, pero son otro fraude.
África está plagada de estos personajes y sus séquitos. Estos personajes viajan por occidente rasgándose la camisa pidiendo apoyo al imperio, para que les ayude a combatir el imperialismo. Utilizan las palabras que haya que utilizar ¡Qué más da! ¡están vacías de significado!

Los occidentales, aunque seamos de los que desconfiamos de este tipo de personajes fraudulentos en nuestro país, creemos que en los lejanos países africanos, estos cantantes, actores, futbolistas, estrellas de los organismos internacionales, militares formados en el imperio, o “empresarios” de malas compañías van a favorecer la verdadera democracia y libertad. Esto es un error garrafal de análisis. Estamos creyendo lo que nos gustaría creer.
Así los analistas y medios progresistas se quedan con la boca abierta cuando el opositor favorito de Uganda comete el error de fotografiarse con Guaidó diciendo que ambos buscan la democracia y la libertad para sus países; cuando un activista que se dice panafricanista, antirracista y anti no sé qué más se burla de las revoluciones de Venezuela o de Cuba.

Cuando un movimiento social africano de la diáspora para denunciar la dictadura de su país ¡lo compara con Rusia y China! evidenciando su incomprensión y absoluto desconocimiento de la política más básica: que su dictador está ahí, asesinándoles impunemente, porque está al servicio del imperio estadounidense, a la vez que Rusia y China, con todas sus imperfecciones, que seguro que son muchas, resisten frente a las agresiones imperialistas en el mundo. Están exhibiendo que odian al oprimido y aman al opresor.

Su incapacidad y su falta de formación política más elemental siempre acaba quedando en evidencia, si no es por estos “fallos” es al lograr una pequeña o gran cota de poder.
La primerísima lección que hay que saber de política (o de defensor de los derechos humanos, la libertad y la democracia) es la de Ernesto Cardenal o Malcolm X: no te fíes de lo que dicen los medios de otros, y menos si no los conoces directamente, ¡te confundirán! te harán amar al opresor y enfrentarte al que es tu hermano, víctima del mismo sistema que te agrede a ti.

La pasión de las calles de África

Las y los africanos salen a las calles a gritar con todas sus fuerzas porque, al contrario que en Europa, no se pueden permitir el lujo de la apatía por la política. Necesitan democracia, necesitan libertad y necesitan justicia. Los que no salen en los medios de comunicación occidentales, puede que no tengan títulos en universidades europeas o americanas, pero saben muy bien lo que significa democracia y libertad, reconocen muy bien que no la tienen, y salen a exigirla, aún a riesgo de perder la vida. Siempre alguien pierde la vida, pero conocen muy bien la lucha, llevan siglos luchando. 

Si salta una chispa de injusticia, se prende rápidamente el fuego de la indignación, porque es lo que hay que hacer, sin miedo, el miedo es un lujo que tampoco se pueden permitir. Si hay que unirse a esos que salen en los medios occidentales gritando “no toques mi constitución” (siguiendo el juego de importar más el espectáculo de la democracia que la democracia, como decía Galeano) ¡pues se unen! Pero no nos engañemos, la mayoría de la gente sabe por qué protesta y nuestros medios no nos lo muestran. 

Cuando en los medios salen manifestaciones en África pidiendo una intervención de Francia o de Estados Unidos en sus países ¡y mucho menos militar! esos no son la mayoría, son seguidores de esos opositores desideologizados, y como ellos, se arriman al mejor postor. Pero no nos engañemos, no creamos que ellos son los que van a cambiar las cosas a mejor, ni una pizca. No busquemos en los medios de comunicación a los verdaderos revolucionarios, porque no saldrán. Es el viejo slogan de los Black Panters, con la canción de Gil Scott-Heron, La revolución no será televisada, que no nos quepa duda, ¡nunca!


Por Marina KWELI

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* Poner la etiqueta de “comunista” para excluir, encarcelar, asesinar o condenar es la vieja estrategia de demonizar a un enemigo designado. Es solo una etiqueta. Antes fueron los infieles, los salvajes, hoy los terroristas (provenientes de otras regiones y religiones, no los cristianos blancos occidentales). Esta etiqueta se usó para reprimir los ideales de izquierda en Europa, ya que tras la mortífera y cruenta II GM salieron reforzados. Los ideales humanistas originales del comunismo, antes de su perversión al entrar en contacto con el poder, eran lo más humano a lo que la gente de a pie se podía agarrar, en su búsqueda de la igualdad social real, “a cada cual según sus necesidades; de cada cual según sus posibilidades”, en su búsqueda de participación ciudadana en la administración de lo público y otras necesidades evidentes tras la gran guerra. No solo eso, sino que además en esos años, la potencia identificada con el comunismo, la URSS, era respetada por haber vencido al nazismo a costa de un enorme sacrificio. («La URSS acaba de perder 70.000 pueblos, 1.710 ciudades, 4.7 millones de casas y más de 20 millones de personas en la guerra contra el nazismo», Daniel Yergin, ‘Shattered Peace: The Origins of the Cold War and the National Security State’, 1977). Era de dominio público global que quien venció al nazismo y combatió al fascismo en España e Italia con enormes sacrificios habían sido los comunistas. A pesar de que quien venció al nazismo fue la URSS, quien salió reforzado como potencia hegemónica fue EEUU, por ello tenía que acabar con ese conocimiento indiscutible de la historia que tenía el mundo entero. Hoy la historia ha sido forzosamente reescrita y borrada de la memoria colectiva de la mayoría, que adquiere el 85% de sus conocimientos a través de los medios de comunicación (Dato de la UNESCO).

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