jueves, 18 de febrero de 2021

Tener claro cuál es tu bando

desmotivaciones.es
El día 6 de febrero de 2021 amaneció triste. Habían pasado exactamente siete años desde que la guardia civil mató a 14 jóvenes sin gastar ni una bala, lo hicieron con el abundantísimo material antidisturbios que les pagamos entre todos para combatir… no sé qué exactamente. Dicen que la inmigración, pero eso es una gran mentira, no se puede combatir una enfermedad si no se trata la causa. La principal causa es la pobreza. Matar a los pobres no es combatir la pobreza, es solo matar. Pienso en sus madres, padres, hermanas y hermanos, parejas, ¡cuanto dolor e impotencia! No quiero ni pensar que algo así le pueda pasar a mi padre, a mi hermano, a mi hijo. Qué horror.

Ese mismo día, entre rachas de lluvia, teníamos otra cita ineludible con horas de diferencia. Se había convocado la primera manifestación de apoyo al rapero Pablo Hasel, todavía no había entrado en la cárcel, pero fue cuestión de unos días. Otro artista (que también es un comprometido antifascista) es encarcelado en España, convirtiendo a este país en el que más artistas ha procesado del mundo entero.*

Vas a estas cosas casi arrastrando los pies de depresión. ¿Por qué no somos más gente? En todas acabas viendo siempre a prácticamente las mismas personas, te quedas con sus caras y al final, verles te reconforta, porque es gente que jamás duda cuál es su bando. Su bando está al lado del oprimido, al lado del explotado, al lado del humillado. Su bando está enfrente del sistema que oprime, explota, humilla, encarcela y asesina y enfrente de quienes lo defienden, blanquean o justifican. 


Una de estas personas es la gran Mabel, quien con una voz llena de pasión y orgullo indígena leyó el manifiesto en memoria por las víctimas africanas de Tarajal. Sus orígenes están a miles de kilómetros, en Bolivia, su raza es otra, su lengua es otra, podría haber dicho «Esos no son de los míos, ese no es mi frente, bastantes problemas tenemos en Bolivia, no puedo preocuparme además por los problemas de los africanos y africanas», pero ella no es así. Envuelta en la bandera de los pueblos indígenas de Bolivia, la wiphala, se mantiene en pié cuan superheroína con su capa y nos atraviesa el corazón con la fuerza de quien defiende una causa justa.


Otra persona de esas es el amigo Román, incombustible defensor de la memoria, de la dignidad de los asesinados y represaliados por el franquismo. Román es un puntal que nunca se tambalea. Román podría decir «Ah, yo estoy mayor, que luchen los jóvenes, bastante tengo yo con reivindicar la memoria de las 150.000 personas españolas en las cunetas de mi país. ¿Cómo vamos a pelear por que se haga justicia por los negros anónimos cuando no somos capaces de pelear por la justicia de nuestros propios muertos?» podría, pero él no es así. Estoico, rinde homenaje a las víctimas de Tarajal con tanta solemnidad como lo hace a las víctimas del fascismo español. Le miro y pienso, aquí me gusta estar, siempre a su lado, nunca de frente. El día que Román o Mabel y otros cuantos como ellos estén alzando el puño enfrente de mí, seguro que me he desviado de mi camino.

Es incomprensible que no seamos más en estas manifestaciones ¿qué ha sido de nuestra humanidad? ¿qué nos ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a defender y justificar el asesinato de personas pobres de la forma más inhumana? ¿cómo podemos llegar a creer que es de justicia meter en la cárcel a una persona comprometida en combatir el fascismo? 

Gramsci decía que «la indiferencia es el peso muerto de la historia». Los medios, la cultura hegemónica y el penoso sistema educativo que hemos sufrido durante tantos años nos ha llevado a esto, a un relativismo y una equidistancia generalizada que son repugnantes. Apestan a desconocimiento, indiferencia y sinrazón. Jaurías de personas creen que el fascista es tan malo como antifascista, que el machista es tan malo como el feminista, que democracia es esta cáscara vacía y no sé qué barbaridades más.

Mientras pienso y pienso, tratando de imaginar alguna forma de trabajar en busca de la cordura social, una sola cosa tengo bien clara: que con quién quiero trabajar en ese sentido es con esa gente y un puñado más, los y las que nos solemos ver de perfil, nunca de frente, pero por nuestros ideales nos reconocemos a la legua.

Parafraseando de nuevo a Gramsci, odio a los indiferentes y además añado, amo a los que saben con firmeza cuál es su bando, me guían, me reconcilian con la humanidad y me recargan de energía el corazón.

Por Marina Kweli


*Ayer, día 17, nos manifestamos de nuevo para pedir la libertad de Pablo Hasel. Afortunadamente, ayer había mucha más gente, gente joven con mucha rabia. Lógicamente. No éramos suficientes como para ser «la tumba del fascismo», lamentablemente, pero éramos muchos más que “los de siempre”.  

La demostración de que no era “lo de siempre” viene dada por la cobertura mediática. Había muchas televisiones. Las televisiones son como los animales carroñeros, solo acuden al olor de la carroña. Es su instinto, lo único que les mueve, su alimento: la carroña. Esa carroña es servida por las fuerzas de seguridad del estado, no por las personas que piden libertad y justicia.

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