sábado, 1 de febrero de 2025

África Presente y futuro

 

A muchos todavía no nos entra en la cabeza, pero ya llevamos vivida una cuarta parte del siglo XXI. La ciencia ficción nos ayudó a imaginar, no hace tantos años, cuán evolucionados íbamos a estar en este momento. Y aquí nos vemos, una cuarta parte de la centuria consumida, y la evolución humana es… digamos … “digna de estudio”.

Para analizar esta evolución como sociedad, hay que precisar que no es lo mismo mirar al mundo desde Europa, o cualquier país occidental, que desde Asia, África o América Latina. Desde la periferia y semi-periferia, en definitiva. 

 

Aunque el globo resultó no ser una aldea global; si lo fuera y tuviera 100 habitantes, los europeos como nosotros apenas seríamos un par de gatos en un callejón. Todos los occidentales seríamos 12 personas entre 100 y los europeos occidentales tan sólo 5. Con esto quiero remarcar que nuestra apreciación de este mundo, relajémonos, aparte de a nosotros mismos, no le interesa a casi nadie. 

Todos los occidentales somos el millar de oro, como nos llaman por ahí: 1.000 millones que vivimos entre 8.000 millones de personas, y nos creemos de oro; consideramos que el mundo entero es nuestro y es nuestra responsabilidad ver qué hacer con esos otros 7.000 millones de personas que son pobres y subdesarrolladas sin que aparentemente nosotros, el millar de oro, tengamos nada que ver con eso.
 

África

África es un gran continente que consta de 55 países vibrantes, llenos de vida y potencial. En total tiene más de 1.500 millones de habitantes. La edad media es de poco más de 19 años. Es la segunda región más poblada, por detrás de Asia, y tiene la población más joven del mundo. Hay más de 3.000 pueblos diferentes con sus lenguas y culturas particulares. Serían 19 personas entre las 100 de la aldea imaginaria.

Históricamente, este continente ha sido muy importante para el resto del mundo, no solo porque es la cuna de la humanidad, sino porque su explotación y expolio permitió el inicio, o la acumulación primaria, del sistema económico imperante que conocemos hoy, el capitalismo. En el siglo XXI, la deshumanización de los y las africanas, el robo de su tierra y sus recursos, de su soberanía y hasta de su conciencia, siguen dando sus réditos a Occidente, que explotó y esquilmó a África durante los últimos cinco siglos y cuarto. África es el continente más empobrecido desde el siglo XV, no por su propia idiosincrasia, sino por la desgracia de haber sido “descubierta” por los bárbaros europeos. Su historia es rica y sería una gran lección para toda la humanidad si se estudiara con profundidad y veracidad. Lamentablemente, eso no se hace y la reducimos a su pobreza y “subdesarrollo”.

Dejando a un lado el sarcasmo y la extra-simplificación de toda la historia en un párrafo, es innegable que lo que trae en la mochila África al siglo XXI es básicamente miseria. Es la región peor parada de todas las regiones víctimas del capitalismo occidental. La peor. Pero eso se acabó. El mundo está cambiando a gran velocidad y ya no hay marcha atrás. Hoy, a pesar de la mochila repleta de dificultades y peligros, África contempla un horizonte lleno de luz y esperanza. Este continente ha estado muy despierto, siempre lo estuvo, y va a entrar en el segundo cuarto del siglo XXI brillando, celebrando su tan ansiada liberación. 



Su propia valoración del panorama

Por aquí nos parece deprimente intentar analizar cómo hemos podido llegar al siglo XXI de esta guisa. En lugar de aprovechar el desarrollo y todos los avances tecnológicos para mejorar nuestras condiciones de vida seguimos matando -en vez de con piedras, con armas sofisticadas- y estamos destruyendo hasta la tierra de la que formamos parte. Pero lo cierto es que, para la mayoría del mundo, para esos 7.000 millones que no son de oro, los que tradicionalmente ponían, y siguen poniendo, el grueso de los cuerpos arrasados sobre la mesa, para todos ellos, este momento espeluznante es una grieta abierta en el terrible muro de la injusticia que nunca podían franquear, aunque nunca han dejado de intentarlo. 

En palabras de Antonio Gramsci, este momento es el claroscuro en el que el viejo mundo se muere y el nuevo no ha aparecido todavía. El momento en el que han surgido los monstruos del desastre ecológico, genocidios y guerras, retransmitidos en clave propagandística orwelliana en la televisión, ante audiencias pasmadas… La supremacía de Occidente es un monstruo que muere matando.


En este claroscuro, África -junto con el resto del mundo no blanco- ve la oportunidad de liberación con la que tanto soñaron sus millones de mártires a lo largo de siglos de aniquilación. 

Este momento, para los países de África, está suponiendo una oportunidad de, por fin, poder jugar sus cartas. De actuar por sí mismos sin ser arrasados. Una oportunidad de cometer sus propios errores y aciertos. De tomar las riendas de su soberanía sin sufrir una guerra total, de esas que llaman los occidentales “intervención humanitaria” y “en defensa de la democracia”, como pasó en Libia a principios de este siglo XXI. 

 

Cada vez más países africanos están experimentando con pequeños y grandes pasos hacia la liberación, tentando a la bestia a ver si es tan mortífera como lo ha sido durante tanto tiempo, y ven que no, que la bestia ya no tiene la fuerza criminal que tenía. La alianza de países del Sahel, formada por Mali, Níger y Burkina Faso, se han atrevido a dar un golpe en la mesa contra el imperialismo. Sus logros son inmensos, no solo van recuperando la soberanía de sus naciones poco a poco, con cautela, sino que están siendo un ejemplo a seguir para el resto, y la bestia no lo puede parar, como siempre ha hecho, aniquilando hasta al apuntador.

Son muchos los análisis de estrategia política que explican por qué el imperio occidental se ha debilitado hasta este punto, en que muere matando. Las causas no son solo el surgimiento de dos potencias que poco a poco se han capacitado, voluntaria o forzosamente, para hacer frente al monstruo. Eso sí, no busquen esos valiosos análisis en los orwellianos medios de comunicación occidentales. Estos análisis se hacen con toda naturalidad histórica en los de esos pueblos que conforman los otros 7.000 millones de personas no-blancas, no-de oro. 

A estas alturas, sugiero que no nos preocupemos tanto de cómo se va a comportar con los africanos el nuevo orden mundial. Las nuevas potencias, Rusia y China, por ahora no están siendo ni la micro-milésima parte de violentas y mortíferas de lo que ha sido Europa y su vástago Estados Unidos durante todos estos siglos. Es más, en estos enésimos intentos de liberación, los pueblos africanos han sabido analizar el panorama mundial mucho más rápida y certeramente que nosotros, aquí, en el dorado jardín de Borrell. Los países africanos han buscado alianzas con estos nuevos socios. Con Rusia en el ámbito tecnológico y de seguridad, con China en el económico y del desarrollo. Con este respaldo, África está dando pequeños pasos de gigante hacia su propio destino soberano. Si se equivocan o no, no nos corresponde a nosotros determinarlo, créanme, bastante tendremos con ocuparnos de nuestra propia caída libre, que ya hemos iniciado, aunque sea inconscientemente.

 

Rosa Moro

Para la revista Entre 2 Orillas, de la asociación ATIM de Burgos.

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