domingo, 1 de diciembre de 2024

Dosier sobre Guerras en África

Documentándome sobre militarización de África, en los últimos días de 2024, me exaspera como siempre la falta de información de calidad que encuentro en internet. 

De repente he dado conmigo misma, y no ha sido a través de Google, el motor de búsqueda no ofrece el texto, pero sí el anuncio de una charla que di en la Universidad de Zaragoza sobre este asunto en 2016. 

Escribí este Dossier para la humilde revista de UMOYA de junio de 2016, su número 84. Hoy añadiría muchas fuentes alternativas a las que cito en este trabajo. No voy a actualizar los conflictos que menciono, que son de 2015, porque no es lo que me ha causado asombro. Me asombra lo “ACTUAL” que sigue siendo todo esto, este modo de funcionar del mundo unipolar que hoy muere matando. 

Vuelvo a publicar (Por primera vez en el blog) este trabajo que, con datos de 2015, sigue estando vigente en el sentido de que lo importante es ocultado y lo que las instituciones académicas y los medios muestran es una trágica parodia a la que debemos dejar de hacer caso.
Hoy se nos está arrastrando a una guerra global con las mismas patrañas de siempre.

Guerras en África, ese manido argumento

 

Photo by: US Africa Command Public Affairs

“Las guerras en África” es un recurso muy manoseado cuando se habla de inmigración, de cooperación, desarrollo/subdesarrollo, de seguridad, de ética, de cultura, hasta de bondad y maldad humana. Le atribuimos a “Las guerras en África” todo un repertorio de males. Es parte de ese imaginario eurocentrista -“las guerras en África”, “el hambre en África”, “dictadores africanos”- con que justificamos nuestras injerencias descerebradas, interesadas, ilegítimas incluso criminales en países soberanos que no conocemos. Nos autoconvencemos de que los africanos son diferentes a nosotros, inferiores más concretamente. Estamos convencidos de que son capaces incluso de descuartizarse unos a otros a la mínima chispa. Presuponemos que siempre están sumidos en guerras inexplicables y presuponemos que nuestro bando (los blancos) siempre es el de los “buenos”, cuya misión es solamente enseñar al mundo a vivir en paz. Pero estas presunciones son tan inconscientes, tan alejadas de la realidad, que rayan la criminalidad involuntaria, o criminalidad, a secas. 

Preguntémonos cada vez que nos venga a la boca en cualquier ocasión “Las guerras en África” ¿qué sabemos de África? Esa comarca, en el sentido tolkieniano de la palabra, de cataclismos y calamidades, que nos representan los medios y los libros de historia. Apenas sabemos nada. Y sobre todo ¿qué sabemos de cómo se gestan y por qué los conflictos? Sabemos mucho menos aún.

Países y pueblos soberanos que no conocemos

África consta de 55 países si contamos -como cuenta la Unión Africana- a la República Árabe Saharaui, desde 1982. 

Su población es de más de 1.200 millones de personas en total, de los cuales el 70% tiene menos de 30 años. (La media es de 19 años). Se hablan 1.300 lenguas y hay más de 3.000 pueblos con identidad propia. La diversidad de culturas, regímenes políticos, modos de vida, niveles de desarrollo, etc es inmensa. Su juventud tiene en común, como toda la gente joven del mundo, que quiere vivir en paz, quiere prosperidad para sí y los suyos, quiere ser dueña de su futuro, formar una familia a la que brindar un futuro lleno de paz, seguridad y bienestar. Los africanos quieren lo que queremos todos, que no nos quepa duda.

Siempre se nos ha enseñado una África falsa, se ha dibujado un continente a medida de las necesidades acaparadoras de Europa, sin tener en cuenta la realidad. En las clases de historia se nos ocultó que antes de la colonización en África había civilizaciones, algunas de ellas mucho más avanzadas que las europeas, que fueron aniquiladas por nuestros antepasados. Casi todos los mapas que conocemos están manipulados para reducir el tamaño de África y aumentar el de Europa. Arno Peters, un cineasta alemán, publicó en 1956 un mapa conocido como “Proyección de Peters” que representaba la verdadera proporción de los continentes en el mundo y a muchos todavía nos resulta raro, porque estamos acostumbrados al otro, el que engrandece Europa y empequeñece África. Todavía en muchas instituciones educativas y obras de historia se sigue manipulando el tamaño de África con la excusa del lobo feroz “es para ver mejor” nuestro propio continente.

Tampoco se nos contó honestamente cómo Europa se repartió “legalizadamente” África, como un pastel, en la conferencia de Berlín, 1885. A lo largo de todo el siglo XIX los países europeos no podrían haber tenido su revolución industrial sin cantidades ingentes de materias primas que Europa no tenía y fue a buscar -o robar- a África. Gracias a esos saqueos infligidos a los pueblos africanos se robusteció el incipiente sistema capitalista, esto es la colonización.

Antes, el sistema capitalista se había afianzado gracias a la esclavitud. El norte llevaba más de un siglo secuestrando a personas en África para emplear como mano de obra para su “Desarrollo”. El comercio de esclavos alcanzó su máxima a finales del siglo XVIII. 60 millones de personas fueron secuestradas, de las cuales 24 millones fueron a parar a América, 12 millones a Asia y 7 millones a Europa. Los otros 17 millones murieron en el camino.

Las peores guerras que los pueblos africanos han llevado a cabo son las de las heroicas y estoicas resistencias a la invasión (colonización) de las potencias europeas, que obligaron a estados como Francia e Inglaterra a desplegar las mayores campañas militares de su historia. Y después las guerras de las independencias, contra las mismas potencias europeas. Fueron sangrientas por la crueldad de los europeos, pero también por la resistencia de los africanos a ser oprimidos y privados de su dignidad.

Hecha esta breve contextualización, necesaria antes de empezar a hablar de las guerras en África, quiero negar rotundamente que el continente africano sea un pozo de desolación, hambre y guerra. Esto existe, pero no es todo. Aunque aquí nos vayamos a centrar en las guerras, África es mucho más que eso.
12 conflictos y 37 tensiones oficiales en África.

 

Según el último barómetro publicado por la Universidad Autónoma de Barcelona, UAB, basado en lo acontecido durante el tercer trimestre de 2015, en África había 12 conflictos armados y 37 tensiones. Este barómetro es un informe trimestral del Programa de Conflictos y Construcción de Paz de la Escola de Cultura de Pau de la UAB que detecta los conflictos armados y las tensiones, además de los procesos de paz, en todo el mundo.

 

Esta misma escuela considera conflicto armado “todo enfrentamiento protagonizado por grupos armados regulares o irregulares con objetivos percibidos como incompatibles en el que el uso continuado y organizado de la violencia: a) provoca un mínimo de 100 víctimas mortales en un año y/o un grave impacto en el territorio (destrucción de infraestructuras o de la naturaleza) y la seguridad humana (ej. población herida o desplazada, violencia sexual, inseguridad alimentaria, impacto en la salud mental y en el tejido social o disrupción de los servicios básicos); b) pretende la consecución de objetivos diferenciables de los de la delincuencia común y normalmente vinculados a demandas de autodeterminación y autogobierno, o aspiraciones identitarias; oposición al sistema político, económico, social o ideológico de un Estado o a la política interna o internacional de un gobierno, lo que en ambos casos motiva la lucha para acceder o erosionar al poder; o control de los recursos o del territorio.”

Tensión es considerada por esta Escuela toda situación en que “la persecución de determinados objetivos o la no satisfacción de ciertas demandas planteadas por diversos actores conlleva altos niveles de movilización política, social o militar y/o un uso de la violencia con una intensidad que no alcanza la de un conflicto armado, que puede incluir enfrentamientos, represión, golpes de Estado, atentados u otros ataques, y cuya escalada podría degenerar en un conflicto armado en determinadas circunstancias. Las tensiones están normalmente vinculadas a: a) demandas de autodeterminación y autogobierno, o aspiraciones identitarias; b) la oposición al sistema político, económico, social o ideológico de un Estado, o a la política interna o internacional de un Gobierno, lo que en ambos casos motiva la lucha para acceder o erosionar al poder; o c) al control de los recursos o del territorio.”

Los organismos que observan los conflictos, como la Escuela de Cultura de Paz, se ven compelidos a seguir las versiones oficiales. No disponen de investigadores propios y, hasta ahora, no parecería muy sensato por su parte hacerse eco de otros análisis no oficiales, que se salen de los limites consensuados tácitamente por los expertos, autoridades y medios, reconocidos como válidos por la mayoría. En este marco, obligado para toda institución que se precie, la universidad de Barcelona y el resto desechan los análisis menos sesgados y más independientes que existen, los que mayores pruebas y documentación aportan a los exámenes de los conflictos. Son analistas de prestigio como Michael Parenti, Noam Chomsky, Edward S. Herman, Keith Harmon Snow, David Barouski, Thierry Meyssan, Michael Collon, Pierre Pean, Michel Chossudovsky, en España Agustín Velloso, Joan Carrero o Mikel Itulain, por citar solo unos cuantos de los que he leído. Cada día son más los estudiosos que cuestionan las versiones oficiales de las guerras y de la historia. Solo he citado occidentales, pero en África son legión. Sus análisis están avalados por la contundencia de las pruebas y los argumentos que presentan. De manera incuestionable, echan por tierra esa aséptica ausencia de la mano de las grandes potencias occidentales, que en realidad está en el origen de todos los conflictos del mundo, de las versiones oficiales.

No es una simple feliz coincidencia que los conflictos solo se cobren la vida de los del sur, pero reporten todos los beneficios a los “tomadores de decisiones” del norte. La industria de la guerra genera 2 trillones de beneficios al año a alguien, y no es a quienes la sufren.

En la era de la comunicación y la sobre-información, es complicado entresacar la verdad o aproximarse a ella, pero precisamente las instituciones de reflexión y análisis que se suponen independientes, no pueden seguir obviando documentación que contradice las versiones oficiales con evidencias incontestables, como el contenido de los cables de Wikileaks y otros por el estilo.

Así, los listados oficiales de guerras reconocen que Libia vive una situación de conflicto armado de alta intensidad, pero siguen cometiendo el error de esconder la cabeza bajo la arena como el avestruz, lo analizan partiendo de preceptos que se han demostrado falsos, desde la historia oficial: “Desde las revueltas populares de 2011 que acabaron con el derrocamiento del líder Muamar Gadafi”, cuando en realidad, los correos electrónicos de Hillary Clinton desvelados en 2016 son prueba de que el origen de este conflicto nada tiene que ver con “contestación popular” al gobierno de Gadafi. Otras investigaciones más bien demuestran lo contrario, que la movilización popular más grande que se produjo en Libia en 2011, un millón de personas, fue en apoyo a Gadafi y contra la invasión de la OTAN.

Algunos países tienen en sus fronteras más de un conflicto, o más de una causa, incuestionados y demasiado encorsetados por la historia oficial. Por ejemplo, el otrora Sudán, ahora dividido en Sudán y Sudán del Sur, cuenta con tres conflictos, el primero de ellos es el de Darfur, que lleva considerándose olvidado desde que surgió prácticamente, en 2003. Desde 2005 se lleva dando la voz de alarma con el número de víctimas, diciendo “ya alcanzan las 300.000 desde el comienzo de la crisis”, pero a pesar de que las muertes y asesinatos se supone que siguen produciéndose cada día, esa cifra jamás se ha modificado. Siempre se cita a la ONU, pero la ONU no ha vuelto a hacer recuento y los medios llevamos 10 años citando la misma cantidad, que lógicamente deberíamos reconocer desfasada de una vez por todas. El que la propia ONU siga citando el mismo informe durante 10 años, “el conflicto ya se ha cobrado 300.000 víctimas” ¿no da qué pensar? ¿qué está fallando en la forma de analizar el conflicto de Darfur?

Los 12 conflictos que reconoce la Escuela de Paz de Barcelona son: Argelia; Etiopía; Libia; Malí; Nigeria - Boko Haram; República Centroafricana; Este de la República Democrática del Congo; República Democrática del Congo - Este, República Democrática del Congo - Kivu Norte; Somalia; Sudán - Darfur; Sudán del Sur y los Estados en la frontera no-definida entre Sudán y Sudán del Sur. 

Entre ellos, el de Libia es el que más llama la atención porque gracias a evidencias salidas a la luz desde que este país fuera “liberado” por la OTAN en 2011, la versión oficial no se sostiene más. Todo apunta a un clásico ejemplo de manipulación propagandística en la que hemos caído las sociedades del norte, nuestros expertos y nuestros medios, para dar nuestro consentimiento a una guerra de agresión cuyo interés no era más que el económico.

La ONU ha denunciado en 2016 que se comenten crímenes y violaciones de DDHH. Ese gobierno que impusieron las bombas y las mentiras de la OTAN, ahora comete crímenes jamás antes vistos en ese país. La ONU pide “una intervención más severa”, un manido discurso que a pesar de todas sus incongruencias, lleva décadas dando resultado de manera incuestionada. 

1: Se manipula a la opinión pública para demonizar un gobierno de un país cuyos recursos y riquezas interesan a los grandes poderes financieros occidentales. 

2: Se invade ese país tras haber convencido a los contribuyentes de que no hay nada más necesario en que gastar el dinero de sus impuestos que en asolar y bombardear a una población a la que queremos “liberar”, asesinándola y destruyendo sus hogares. Se convierte en un espectáculo de entretenimiento televisivo el linchamiento, tortura y asesinato de sus dirigentes y se justifica el asesinato de su pueblo y su ejército legítimo, que por defenderse de la invasión, se ha tachado previamente de “terrorista”. 

3: Se impone un gobierno títere compuesto por los mercenarios que han ayudado a devastar el país, y que prometen facilitar el acceso a los recursos. Se da por “solucionado” el problema. Los medios pasan a otro tema. 

4: Se ha afianzado el acceso a los recursos y se garantiza que se pondrán toda clase de trabas al acceso a esos recursos por parte de otra potencia que no sea anglosajona, en el caso de Libia. 

5: Ante los crímenes que comete el gobierno que se ha impuesto, en pro de la “seguridad”, se envían más armas y militares, haciendo florecer y desarrollarse una economía de la guerra que dará beneficios a raudales a corto, medio y largo plazo, … a Occidente. 

6: Como las nuevas autoridades, ya desligadas de nuestra propia intervención en los medios, cometen abusos de los derechos humanos, nuestras grandes organizaciones no gubernamentales lo denuncian para tomar medidas contra ellas. Esas medidas suelen ser, entre otras, retener en las entidades financieras occidentales el dinero y oro del anterior régimen, porque el actual régimen que lo reclama no respeta los derechos humanos. Todo muy conveniente… para Occidente.

Otros conflictos, incluida la expansión de la virulencia de Boko Haram desde el norte de Nigeria a toda la cuenca del lago Chad, el de Malí, el de Argelia, todos los del Sahel, están relacionados precisamente con la destrucción del estado de Libia por parte de las potencias occidentales en 2011.

De las 37 tensiones observadas por la Escola de Cultura de Pau, la mayoría son debidas a un periodo de elecciones. Siempre que hay elecciones en África se produce una alerta de tensión. Hay mucho en juego, muchos intereses internos y externos, y los votantes son conscientes de ello. Otras son debidas a la continuación o aumento del enfrentamiento entre gobierno y oposición por algún factor desencadenante como una detención de periodistas o activistas, la muerte de algún o alguna líder, etc. En realidad, en todos los países podría decirse que hay tensión entre gobierno y oposición política y social, España incluida. La diferencia entre unos y otros es que allá donde no hay instituciones fuertes y en buen grado independientes, la tensión puede degenerar en violencia, como ocurrió en Kenia tras las elecciones de 2007, sin que las fuerzas de seguridad o las autoridades judiciales pueda hacerse con el control.

El observatorio catalán considera que se ha avanzado en la crisis de Burundi porque se ha impulsado un diálogo, llevado a cabo en junio de 2016 en Bélgica, con la oposición, los llamados rebeldes y el gobierno de Nkurunziza, que ganó las elecciones en julio de 2015, frente a una fuerte campaña de la ONU, Europa y EEUU. No tienen en cuenta que los planes de desestabilización por parte de Ruanda siguen en marcha y puede generarse en Burundi una situación de invasión violenta olvidada durante décadas, como ocurre en el este de la República Democrática del Congo. La comunidad internacional no hace caso de señales de alarma como el informe confidencial de expertos de la ONU presentado en enero de 2016, que desvelaba con evidencias irrefutables que Ruanda estaba reclutando a la fuerza a refugiados burundeses, algunos incluso menores, por las noches, en el campo de refugiados de Mahama, en su territorio, los instruye en los cuarteles del ejército ruandés durante dos meses, los arma y financia y envía a Burundi a desestabilizar. La comunidad internacional tampoco parece cuestionar este discurso propagandístico de atribuir el lote total de las víctimas a la “crisis”, sin mentar a los responsables, cuando se dispone de información suficiente como para atribuir el 90% de las víctimas a los llamados rebeldes y no a las fuerzas de seguridad del país agredido, aunque estas no tengan un comportamiento muy ejemplar tampoco.

La narrativa que se está utilizando con Burundi recuerda mucho a la utilizada en los años 80 por los grandes medios de comunicación estadounidenses para sostener el apoyo y la cooperación con dictaduras genocidas de extrema derecha en América Latina. Cuando las fuerzas de seguridad de Guatemala, por ejemplo, había torturado y asesinado a unas 300.000 personas, en su mayoría campesinos, los medios mentían diciendo que esos muertos eran causa de “la crisis”, del enfrentamiento entre “milicias de izquierda y de derecha”, cuando sabían perfectamente que los escuadrones de la muerte de derechas estaban al servicio del gobierno, de hecho eran miembros del propio ejército, y no había milicias de izquierdas por ninguna parte, o eran débiles y no tenían estructura para cometer asesinatos ni torturas de gente inocente, sino que eran ellas y ellos los perseguidos y asesinados.

El verdadero mapa de las guerras en África

En realidad, el mayor número de muertos, comercio de armas, inestabilidades, inseguridades, crímenes contra la humanidad, impunidad etcétera se comenten en otro mapa, que no es el de los listados de conflictos “oficiales”. 

La imagen que debería venirnos a la mente cuando se invoca ese recurso ‘las guerras en África’ no es la de los jóvenes y niños drogados y deshumanizados que salen en google, sino una de un mapa en el que se reflejen las misiones de la ONU, de la UE, de la OTAN, de Francia, de Reino Unido, de Israel, de España, de todo el que quiera proteger o alcanzar algún interés económico por la fuerza militar. Las misiones de Estados Unidos, a través de su comando militar para África, AFRICOM, que según el publica el investigador Nick Turse en mayo de 2015 en su libro ‘Tomorrow’s Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa’, está presente en el 90% de África, y, sobre todo, las incontables y opacas misiones de las principales compañías de Seguridad Privada.

Desde el 11 de septiembre de 2001, la “seguridad” del mundo ha pasado gradualmente de los ejércitos públicos a compañías privadas subcontratadas por los gobiernos. En octubre de 2001, justo después de los atentados a las torres gemelas, el gobierno de Estados Unidos firmó sin oposición alguna en el congreso el mayor contrato de seguridad privada de todos los tiempos, 200.000 millones de dólares, a un consorcio de compañías de seguridad privada, encabezadas por una muy conocida en África, Lockheed Martin. De ahí en adelante, esta carrera no se ha detenido.

EEUU es el país que más “produce” y “consume” esta nueva industria. Según el informe anual de 2015 del Servicio de Investigaciones del Congreso de los Estados Unidos, el 79% de todas las armas que se transfieren a los países pobres son de Estados Unidos. Y ese 79% no incluye las armas en manos de los soldados y las compañías de seguridad privadas estadounidenses destinados en las guerras de esos países.
Aunque se supone que las compañías de seguridad privada apoyan a los ejércitos regulares, en realidad se empiezan a contratar por mucho dinero para hacer el trabajo de los ejércitos, incluso el que éstos no podrían hacer. Tienen a menudo mejores equipos y mejor personal. Aunque solo 1 de cada 10 soldados es de una de estas compañías en EEUU, sus contratos se llevan la mitad del presupuesto de inteligencia. A lo que habría que sumar los contratos de otros departamentos, hasta del USAID, la agencia de ayuda al desarrollo. 

Se ha normalizado que muchos militares del ejército, después de formarse, se pasen a estas compañías. Podemos verlo constantemente en uno de los más potentes poderes blandos del sistema: Hollywood. Los justicieros de las películas que se formaron y licenciaron con honores en el ejército, ahora van por el mundo impartiendo justicia “fuera de la ley”, se supone, que para regocijo y tranquilidad de los ciudadanos del mundo. Estamos llegado a confundir venganza con justicia, gracias a Hollywood.
Si unimos la industria del armamento con la industria de las compañías de seguridad privada, podemos denominarlo “La industria de la guerra”, tenemos la industria que más dinero mueve en el mundo y en la historia. Sus cifras se cuentan en trillones de dólares. Esta “seguridad” o industria de la guerra es contratada por Gobiernos, compañías, ONG’s, individuos… Dicen que es la industria del siglo XXI. Bueno, lo será, pero su visión no es nueva, un viejo dicho castellano del SXIX dice que el negocio del trigo necesitaba, “agua, sol y guerra en Sebastopol”.

David Keen en su libro de 2012 “Useful Enemies: When Waging Wars is More Important Than Winning Them”, hace un excelente repaso de cómo la economía de guerra es crucial en las guerras actuales o modernas. De hecho llega a plagar algunos países hasta tal punto que el verdadero problema no es acabar con el conflicto, sino salir de la única economía posible que queda, la de la guerra, como ocurrió en Sierra Leona. Ahora el negocio no es vender comida a los soldados, sino conseguir contratos de seguridad.
Son compañías opacas, precisamente venden discreción, por lo cual es muy difícil rastrear sus operaciones en África y en todos los conflictos del mundo. Casi todas son estadounidenses, seguido lejanamente por Reino Unido, Israel y más lejanamente por otros países europeos, como Francia y Alemania. Estas compañías firman sus contratos más grandes con gobiernos, por lo que tienen asegurada prácticamente la impunidad, la ocultación de sus acciones y todo tipo de facilidades, en el sacrosanto nombre de la “seguridad”.

Por mencionar algunas de las que más beneficios obtienen en la actualidad, podemos nombrar a Academi. Fundada en 1997 en Estados Unidos. Antes se llamaba Blackwater, después Xe Services LLC y desde 2011 ACADEMI. Muy involucrada en Oriente Medio, principalmente en la guerra de Irak. Son famosos por las 17 causas criminales pendientes, su implicación en los escuadrones de la muerte de la CIA por todo el mundo. Su nombre sale en asesinatos y magnicidios de toda África, por ejemplo el del activista medioambiental Ken Saro Wiwa, en Nigeria.

También podemos citar Northbridge Services Group, que tiene sede en la República Dominicana, pero sus oficinas están en US, UK y Ucrania. Es la segunda compañía de seguridad privada que más dinero gana en el mundo y sin embargo no se puede saber dónde actúa, quién le paga o qué hace exactamente. 

Otra digna de destacar aquí, la cuarta que más dinero gana en el mundo, es Triple Canopy, de Virginia, Estados Unidos. Anuncia en su web que su personal se compone exclusivamente de ex-oficiales del ejercito de los Estados Unidos. Sus mayores contratos están en Afganistán, Irak y alrededores. Tampoco da información detallada de sus destinos, pero por sus últimos informes se deduce que está, al menos, en el África Oriental y Nigeria. Muchos la llaman el otro ejército de EEUU. Esta compañía es famosa por hacerse cargo de misiones de alto riesgo, como Libya, en ellos confió Hillary Clinton la entrada por tierra en Libia, después de intensos bombardeos de la OTAN. También es tristemente famosa por subcontratar a mercenarios infrapagados. En 2007 saltó a la prensa internacional un efímero escándalo tras la publicación de un reportaje titulado “Un año en el infierno por mil dólares al mes”. En este reportaje se destapaba que Triple Canopy subcontrataba a mercenarios de otra compañía de seguridad privada llamada Defion International, con sede en Perú, y los pagaba mil dólares al mes. Defion International, a pesar de ser peruana y tener personal peruano, ofrece su información en inglés, y se anuncia literalmente igual que Triple Canopy como “especializada en operaciones de alto riesgo sobre el terreno”. Su formación también se da en inglés, de hecho tiene lugar en instalaciones de Triple Canpy.

Aegis Defence Services es británica, fundada en 2002. En octubre de 2015 fue adquirida por GardaWorld, canadiense. En total con los dos nombres están en 28 países de África. Sus contratos son principalmente con compañías extractivas, mineras, petroleras, etc.

Aegis Defence absorbió a Sandline, una británica llena de escándalos en África, sobre todo en la brutal guerra de Sierra Leona. También era la compañía de Simon Mann, un mercenario que intentó dar un golpe de Estado en Guinea Ecuatorial, un oscuro asunto en el que Aznar estuvo implicado a su estilo, “apoyando a los que cuentan”… Los escándalos de Sandline dieron lugar a un interesante libro del 2000, 'Mercenaries - an African Security Dilemma’ de Abdel Fatah Musah, de Ghana y Kayode Fayemi y J. Kayode Fayemi, de Nigeria.

Hay otras compañías que a pesar de figurar en listas de las que más beneficios obtienen o las más contratadas por tal departamento de Estados Unidos, no tienen ni página web. Una de ellas es GK Sierra, estadounidense fundada en 2007, tiene oficina también en Tel Aviv. Los expertos anuncian de ella directamente que opera para la CIA y el Mossad. Es conocida por sus “acciones directas por todo el mundo” en África también.

La KBR, es un conglomerado difícil de seguir el hilo. Esta compañía surge en 1998 cuando Halliburton, de Houston, absorbió las industrias Dresser, una subsidiaria de Kellogg, sí, la de los cereales. Tiene grandes contratos con el gobierno de EEUU en Irak y Afganistán, pero también en lugares como Cuba, Kosovo… por supuesto en todos los lugares calientes de África olvidados por los telediarios. Halliburton es una de la que más escándalos ha dado en África, a los que se puede perder la pista gracias al conveniente cambio de nombre. Dick Cheney era alto ejecutivo de Halliburton mientras a la vez era Jefe de gabinete, Secretario de Defensa, congresista, vicepresidente, con Nixon, Bush, con todas las administraciones estadounidenses.

Otro entramado difícil de desentrañar es el conglomerado estadounidense de firmas de seguridad United Tecnologies Corporation. UTC, que está por todo el mundo y tiene múltiples subsidiarias y joint ventures internacionales, siendo una de las más cercanas al congreso de los EEUU. Una de sus principales firmas, Lockheed Martin, es mencionada en varios informes como compañías que deberían ser sancionadas por su relación con crímenes contra la humanidad cometidos en la República Democrática del Congo, donde trabaja con la más controvertida de las compañías, muy cercana a los Clinton, la minera Freeport-McMoRan Copper & Gold.

Y de muestra, un botón

En 2008 se conoció que la República Democrática del Congo había firmado un contrato con China apodado “Minerales por infraestructura”. Siendo injusto el mismo, era lo más ventajoso que jamás habían firmado los congoleños. En resumen, China tomaría de la RDC 10 millones de toneladas de cobre y 600.000 de cobalto, el pago de 9.000 millones de dólares se haría en infraestructura. Es decir, Congo tendría infraestructura sin generar deuda externa, ¡lo nunca visto con la “ayuda” de occidente!
Inmediatamente empezó a sufrir presiones por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y otros “donantes” internacionales, para que no firmase dicho acuerdo que dejaba a la altura del betún su propia forma de “ayuda”. Incluso uno de los líderes rebeldes que entonces operaba en el este del país, el coronel ruandés Laurent Nkunda y su CNDP, puso como condición antes de deponer sus armas la “renegociación del contrato con China”, increíble coincidencia con el el BM y el FMI ¿no?

En julio de 2009, Hillary Clinton realizó un viaje al Congo con gran bombo mediático. Entre su delegación figuraban desde estrellas del deporte americano, como el congoleño de la NBA Dikembe Mutombo, hasta asesores financieros de la talla de Dominique Strauss Khan. Se fotografió con mujeres supervivientes de violación, niños, en hospitales, escuelas, dio discursos y prometió ayuda monetaria por doquier. Fue un vendaval mediático que en un discurso de Hillary un joven en Kinshasa le había preguntado “¿qué piensa su marido de (…)?”. Hillay sacó su vena feminista occidental para reprochar al joven que ella era la Jefa del Departamento de Estado de los Estados Unidos y la opinión que debía conocer era la suya, no la de su marido. Tristemente, este fallo de forma del joven llevó una pregunta comprometida para ella a la oscuridad mediática, la pregunta era sobre la injerencia de EEUU a través del BM y el FMI para bloquear el contrato de venta de cobre y cobalto a China. 

Cuando Hillary Clinton y su equipo volvieron a EEUU, el contrato con China se había reformulado. China seguiría realizando las obras de infraestructura, pero ya no cobraría con algo más de 10 millones de toneladas de minerales, sino con dinero, generando una deuda a Congo de 6.000 millones de dólares.
Esos 10 millones de toneladas de minerales, seguirían en suelo congoleño a disposición de las compañías estadounidenses como Freeport McMoran, la cual explota normalmente alrededor de 100 millones de toneladas de cobre al año.

En realidad, todo el mundo en Congo sabe que el acuerdo de Freeport fue lo que terminó de sellar el apoyo de Estados Unidos a Joseph Kabila en las elecciones presidenciales fraudulentas de 2001. ¿Cómo no va a necesitar la protección de los mercenarios de Lockheed Martin una compañía tan odiosa para los congoleños?

Estas compañías operan con total opacidad en los países africanos -y del sur en general- al servicio de sus clientes, no de los congoleños, u otros pueblos. Venden a sus clientes el conocimiento que tienen de los países africanos sobre el terreno de un modo verdaderamente inadmisible en términos de respeto por la dignidad de los africanos. Por ejemplo otra compañía de seguridad privada de Los Ángeles, Andrews International, alardea en su web del profundo conocimiento de los problemas africanos, enraizando en la colonización la “pobreza persistente, rivalidades étnicas, conflictos religiosos, democracias emergentes y en algunas zonas acciones de milicias, así como el aumento del terrorismo y el extremismo”. Pero no explica absolutamente nada de la colonización, por su web se diría que fue un gigantesco accidente natural que arrasó el continente africano. Y debido a eso incomprensible -la colonización- que hizo de los africanos unos seres pobres, que matan por cualquier cosa como la étnia o la religión, quien quiera aprovechar las abundantes “oportunidades de desarrollo de infraestructuras, petróleo, gas, energía y electricidad, telecomunicaciones y medios; minerales y minería, tiene un enorme potencial agrícola… todo esto requiere importantes inversiones y asistencia técnica del exterior.”, deberá contratar una empresa de mercenarios que protejan sus negocios de los problemáticos e incomprensiblemente violentos africanos.

Estas son las guerras de África, las de las armas y los mercenarios, las del dinero a raudales hacia el norte, las de los grandes poderes occidentales que se sirven de socios africanos a los que pagan con riqueza e impunidad, para controlar la explotación ilegítima pero sobre todo “legítima” -como la de Freeport McMoran- de países soberanos, que no tienen ni una sola posibilidad de ejercer su soberanía sin sufrir cualquier cosa parecida a un golpe de estado.

Rosa Moro
Junio de 2016.

No hay comentarios:

Publicar un comentario