La misma guerra silenciada que lleva sufriendo desde hace 30 años.
El vasto territorio de la República Democrática del Congo (RDC) es, probablemente, la zona más rica del planeta en recursos naturales, sobre todo en su parte este, coincidente con la cola final de la falla tectónica del Valle del Rift, donde los minerales emergen desde más profundidad y en mayor concentración. A su vez, sus pueblos son de los más pobres del mundo, según las mediciones de desarrollo y pobreza de la ONU. Frente a la narrativa normalizada de “la maldición de la riqueza” hay que recordar que la verdadera maldición no es la riqueza natural, es el sistema capitalista, que prioriza los beneficios económicos frente a la vida de las personas.
Desde que Estados Unidos y Bélgica, con apoyo de todas las potencias occidentales, acabaron con el sueño de independencia del gran Congo, asesinando a Patrice Lumumba, las potencias occidentales han ejercido el control sobre esa riqueza mediante toda la violencia que haya sido necesaria. En las últimas décadas, China ha llegado como nuevo socio comercial y hoy en día es uno de los principales exportadores de recursos naturales del Congo, aunque el gigante asiático no emplea la violencia para extraer materias primas, como tradicionalmente hace Occidente.
No es la RDC, ni la UE, ni China, ni Rusia quien se ha tomado la molestia de calcular cuánto vale (en dólares) el subsuelo todavía por explotar de la RDC, ha sido Estados Unidos. Según la US Geological Survey, el valor de las reservas minerales estratégicas del Congo sin explotar todavía, es decir, no se contabilizan aquí las inmensas materias primas congoleñas que abastecen ya los mercados internacionales, es de 24 billones de dólares. Para comparar podemos poner esta cifra al lado del Producto Interior Bruto de toda la Unión Europea, que es de 17.7 billones de dólares. La “molestia” de hacer estos cálculos ya nos dan una idea de quién anda detrás de qué.