A veces me dejo llevar por
mi condición de ciudadana europea. Aficionada a reflexiones positivas sobre la
situación actual, me alientan frases como la manida “en chino, crisis significa
oportunidad”. Digo cosas como “Esta crisis es la catarsis que necesitábamos
para cambiar”. Me creo una auténtica activista desde el salón de mi casa con
conexión a internet y aparatos tecnológicos cuando doy al botón “me gusta” a
una declaración de enfado justificado en facebook o “retuiteo” un manifiesto de
la ira ciudadana (sin leerlo), o firmo tres campañas de recogida de firmas
on-line al día.
El sistema capitalista está
cayendo, sí, se ha excedido tanto que se ha fagocitado a sí mismo, está
tensando tanto la cuerda que caerá y arrasará mucho en su caída, como cualquier
monstruo. Pero temo que tal vez logre refundarse y seguir alimentándose de
pobres, es una posibilidad factible si sigue contando con que los que todavía
tenemos posibilidad de luchar, gracias a la buena estrella de tener un mínimo
de educación y podernos pagar unas mínimas condiciones de vida, todo lo que
hacemos es actuar desde el salón de casa. Cuanto nos quedemos sin internet,
caeremos en el saco de la “mayoría silenciosa” de la que habla el gobierno.
Ya en 1982, en Estados
Unidos, uno de los grandes gurús de la mezcla moderna del poder
militar-económico-político, Alexander Haig, cuando era Secretario de Estado de
Ronald Reagan, tras ser informado sobre una manifestación antinuclear de un
millón de personas en Nueva York, respondió: “déjales que se manifiesten,
mientras sigan pagando sus impuestos…”. 30 años después de la famosa frase de
Haig ¡ya ni siquiera salimos de casa a protestar! Ahora pagamos (conexión y
tecnología) por protestar en pijama, sin salir de casa, pero pagando los
impuestos que permiten seguir funcionando a la maquinaria del sistema represor.
Cumplimos con los recortes, nos asustamos ante la ley de seguridad ciudadana, ante
la ley que prohíbe ayudar a los inmigrantes, miramos para otro lado para no ver
el sufrimiento multiplicado por infinito de los desheredados de esta tierra:
los pobres. Aquí lo que cuenta no es quién eres, sino cuánto tienes.
De los 20 países más pobres
de la tierra, 19 son africanos. Esos países son nuestros vecinos más cercanos,
tenemos mucho en común con ellos, no solo como seres humanos, sino también en
el ámbito de la cultura y el comportamiento, tenemos el mismo mecanismo de toma
colectiva de decisiones y de convivencia: “metamos a uno de los nuestros en el
gobierno y ya nada nos faltará a nosotros”, los de enfrente “que se jodan”,
parafraseando a una miembro de esa casta económica-política, convencida, como
los que la votaron, de que política significa caciquismo y clientelismo y que eso
nada tiene de malo.
Lo poco que se nos cuenta de
África, aparte de “sus” desgracias, es que sus 55 países están gobernados por
una casta corrupta, que solo beneficia a su propio grupo. La mayoría, dentro del
grupo favorecido, está manipulada, es ignorante, obediente, solo se siente
segura dentro del grupo y no se atreve a pensar cómo viviría fuera de él o cambiando
la organización por castas/grupos... ¿Nos suena de algo a nosotros que tampoco
nos atrevemos a pensar en salir del sistema, del euro, de la OTAN, del FMI, del
Banco Mundial a pesar de saber que son productos injustos del monstruo llamado
sistema capitalista? ¿A los españoles que en general ni nos atrevemos a pensar
cómo viviríamos sin el bipartidismo PP-PSOE, a pesar de saber que son lo mismo?,
¿o fuera de Europa, a pesar de saber que es una fortaleza de bienestar a costa
del resto del mundo? ¿A nosotros que no nos atrevemos a desobedecer las leyes a
capricho de la élite, ni a cuestionar de verdad instituciones como la banca, la
monarquía, la iglesia?
En cuestión de “democracia”
o “progreso” hay diferencia entre Europa y África, vaya si la hay. Imaginemos
un supuesto punto de partida igual para ambos continentes: el comienzo de la
democracia. Los europeos para progresar -materialmente, no moral ni éticamente-
nos asentamos en lo robado y esquilmado, contamos con los beneficios de
esclavizar y aniquilar a los africanos, y al sur en general. Ello nos permitió
progresar y llegar a estos indignados días. Los africanos sin embargo se
asentaron en el vacío, en la falta total de recursos que habían sido robados y
esquilmados, y en la ausencia de la fuerza humana de los que habían sido esclavizados
y aniquilados por los otros. Pero con una enorme energía positiva han llegado
como han podido a estos días indignados, ellos, con mayor razón. ¿Quien en su
sano juicio aceptaría participar en esta “carrera”, en este sistema, con
semejante desigualdad de condiciones sin sentirse engañado?
Hoy se siguen robando y
esquilmando sus recursos y se sigue explotando su mano de obra esclava, pero ya
no se llama colonización, ahora se llama liberalización. Además, en la carrera
por el “progreso” material el norte construye vallas gigantescas coronadas con
cuchillas para herir más si cabe -o matar, ¡qué más da!- a quien intente migrar
para alcanzar el progreso. Inventa “leyes” para meter en la cárcel a esas
personas sólo porque han llegado aquí y son esos otros, los pobres. Por si a
alguien de nuestro grupo le da por reflexionar e invocar a la justicia, se
implantan leyes para hacernos callar, para castigar la actitud solidaria con
los de ahí fuera. Se tiende a que olvidemos cualquier resquicio que pueda
recordarnos a los del norte la profunda y descomunal injusticia sobre la que
hemos asentado nuestro progreso. ¡Prohibido reconocerlo! ¡Prohibido estudiarlo!
¡Terminantemente prohibido para las víctimas de este sistema acercarse a
nuestra fortaleza a recordárnoslo! Hay que falsear la historia. Hay que evitar
que la gente reflexione, quien lo haga, querrá cuestionar el sistema
¡castigado!
Es muy probable que tras un
tiempo se obligue a España a retirar, otra vez, las cuchillas del muro de
Melilla. Es probable que recuperemos algún derecho básico de los que ha
suprimirá la ley de seguridad ciudadana, tras alguna sentencia judicial
superior. Pero los miles de muertos en el mar intentando llegar a Europa desde
África, en busca de oportunidades de progresar, no volverán a ser abrazados por
sus madres. Nadie sabrá cuáles eran sus proyectos para mejorar la vida de sus
seres queridos. Nunca sabremos cuán valiosa era su energía para un mundo
gobernado por otro sistema más justo.
Si seguimos así, seguiremos
encadenados al mismo sistema que produce estos monstruos; perteneciendo a un
grupo gobernado por una élite cruel que quiere mantenernos mudos, ignorantes, obedientes,
sumisos, dependientes y que paguemos nuestros impuestos. Con nuestros impuestos
y sus “políticas”, aunque no queramos, estamos siendo insolidarios con nuestras
propias víctimas y pensamos que no podemos hacer nada por ellos.
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