viernes, 6 de diciembre de 2013

Los desheredados de la tierra en la era del progreso

A veces me dejo llevar por mi condición de ciudadana europea. Aficionada a reflexiones positivas sobre la situación actual, me alientan frases como la manida “en chino, crisis significa oportunidad”. Digo cosas como “Esta crisis es la catarsis que necesitábamos para cambiar”. Me creo una auténtica activista desde el salón de mi casa con conexión a internet y aparatos tecnológicos cuando doy al botón “me gusta” a una declaración de enfado justificado en facebook o “retuiteo” un manifiesto de la ira ciudadana (sin leerlo), o firmo tres campañas de recogida de firmas on-line al día.
El sistema capitalista está cayendo, sí, se ha excedido tanto que se ha fagocitado a sí mismo, está tensando tanto la cuerda que caerá y arrasará mucho en su caída, como cualquier monstruo. Pero temo que tal vez logre refundarse y seguir alimentándose de pobres, es una posibilidad factible si sigue contando con que los que todavía tenemos posibilidad de luchar, gracias a la buena estrella de tener un mínimo de educación y podernos pagar unas mínimas condiciones de vida, todo lo que hacemos es actuar desde el salón de casa. Cuanto nos quedemos sin internet, caeremos en el saco de la “mayoría silenciosa” de la que habla el gobierno.
Ya en 1982, en Estados Unidos, uno de los grandes gurús de la mezcla moderna del poder militar-económico-político, Alexander Haig, cuando era Secretario de Estado de Ronald Reagan, tras ser informado sobre una manifestación antinuclear de un millón de personas en Nueva York, respondió: “déjales que se manifiesten, mientras sigan pagando sus impuestos…”. 30 años después de la famosa frase de Haig ¡ya ni siquiera salimos de casa a protestar! Ahora pagamos (conexión y tecnología) por protestar en pijama, sin salir de casa, pero pagando los impuestos que permiten seguir funcionando a la maquinaria del sistema represor. Cumplimos con los recortes, nos asustamos ante la ley de seguridad ciudadana, ante la ley que prohíbe ayudar a los inmigrantes, miramos para otro lado para no ver el sufrimiento multiplicado por infinito de los desheredados de esta tierra: los pobres. Aquí lo que cuenta no es quién eres, sino cuánto tienes.
De los 20 países más pobres de la tierra, 19 son africanos. Esos países son nuestros vecinos más cercanos, tenemos mucho en común con ellos, no solo como seres humanos, sino también en el ámbito de la cultura y el comportamiento, tenemos el mismo mecanismo de toma colectiva de decisiones y de convivencia: “metamos a uno de los nuestros en el gobierno y ya nada nos faltará a nosotros”, los de enfrente “que se jodan”, parafraseando a una miembro de esa casta económica-política, convencida, como los que la votaron, de que política significa caciquismo y clientelismo y que eso nada tiene de malo.
Lo poco que se nos cuenta de África, aparte de “sus” desgracias, es que sus 55 países están gobernados por una casta corrupta, que solo beneficia a su propio grupo. La mayoría, dentro del grupo favorecido, está manipulada, es ignorante, obediente, solo se siente segura dentro del grupo y no se atreve a pensar cómo viviría fuera de él o cambiando la organización por castas/grupos... ¿Nos suena de algo a nosotros que tampoco nos atrevemos a pensar en salir del sistema, del euro, de la OTAN, del FMI, del Banco Mundial a pesar de saber que son productos injustos del monstruo llamado sistema capitalista? ¿A los españoles que en general ni nos atrevemos a pensar cómo viviríamos sin el bipartidismo PP-PSOE, a pesar de saber que son lo mismo?, ¿o fuera de Europa, a pesar de saber que es una fortaleza de bienestar a costa del resto del mundo? ¿A nosotros que no nos atrevemos a desobedecer las leyes a capricho de la élite, ni a cuestionar de verdad instituciones como la banca, la monarquía, la iglesia?
En cuestión de “democracia” o “progreso” hay diferencia entre Europa y África, vaya si la hay. Imaginemos un supuesto punto de partida igual para ambos continentes: el comienzo de la democracia. Los europeos para progresar -materialmente, no moral ni éticamente- nos asentamos en lo robado y esquilmado, contamos con los beneficios de esclavizar y aniquilar a los africanos, y al sur en general. Ello nos permitió progresar y llegar a estos indignados días. Los africanos sin embargo se asentaron en el vacío, en la falta total de recursos que habían sido robados y esquilmados, y en la ausencia de la fuerza humana de los que habían sido esclavizados y aniquilados por los otros. Pero con una enorme energía positiva han llegado como han podido a estos días indignados, ellos, con mayor razón. ¿Quien en su sano juicio aceptaría participar en esta “carrera”, en este sistema, con semejante desigualdad de condiciones sin sentirse engañado?
Hoy se siguen robando y esquilmando sus recursos y se sigue explotando su mano de obra esclava, pero ya no se llama colonización, ahora se llama liberalización. Además, en la carrera por el “progreso” material el norte construye vallas gigantescas coronadas con cuchillas para herir más si cabe -o matar, ¡qué más da!- a quien intente migrar para alcanzar el progreso. Inventa “leyes” para meter en la cárcel a esas personas sólo porque han llegado aquí y son esos otros, los pobres. Por si a alguien de nuestro grupo le da por reflexionar e invocar a la justicia, se implantan leyes para hacernos callar, para castigar la actitud solidaria con los de ahí fuera. Se tiende a que olvidemos cualquier resquicio que pueda recordarnos a los del norte la profunda y descomunal injusticia sobre la que hemos asentado nuestro progreso. ¡Prohibido reconocerlo! ¡Prohibido estudiarlo! ¡Terminantemente prohibido para las víctimas de este sistema acercarse a nuestra fortaleza a recordárnoslo! Hay que falsear la historia. Hay que evitar que la gente reflexione, quien lo haga, querrá cuestionar el sistema ¡castigado!
Es muy probable que tras un tiempo se obligue a España a retirar, otra vez, las cuchillas del muro de Melilla. Es probable que recuperemos algún derecho básico de los que ha suprimirá la ley de seguridad ciudadana, tras alguna sentencia judicial superior. Pero los miles de muertos en el mar intentando llegar a Europa desde África, en busca de oportunidades de progresar, no volverán a ser abrazados por sus madres. Nadie sabrá cuáles eran sus proyectos para mejorar la vida de sus seres queridos. Nunca sabremos cuán valiosa era su energía para un mundo gobernado por otro sistema más justo.
Si seguimos así, seguiremos encadenados al mismo sistema que produce estos monstruos; perteneciendo a un grupo gobernado por una élite cruel que quiere mantenernos mudos, ignorantes, obedientes, sumisos, dependientes y que paguemos nuestros impuestos. Con nuestros impuestos y sus “políticas”, aunque no queramos, estamos siendo insolidarios con nuestras propias víctimas y pensamos que no podemos hacer nada por ellos.

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