sábado, 14 de marzo de 2020

Imaginemos que los derechos no se pagan

Albert Einstein decía que en momentos de crisis «la imaginación es más importante que el conocimiento» y creo que tenía razón, lo que pasa es que nuestra capacidad de imaginar ha sido lobotomizada por la cultura dominante, en todas las áreas de nuestra vida cognitiva. Todo lo que nos entra por los sentidos: educación, cultura, información, entretenimiento… es prefabricado y consumible, no fomenta la imaginación para solucionar problemas. Es más, la hace invisible, “innecesaria”.
Vivimos en este sistema convencidos de que la vida no es posible de otro modo más que este capitalista, imperialista y suicida, y nos quedamos tan panchos.

«Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo»
 

Muchos hemos escuchado esta categórica frase. Hace pensar ¿eh? Sin embargo, demuestra que tenemos cero imaginación y no somos ni conscientes de ello.
Esta frase es generalmente atribuida al profesor y teórico marxista Fredric Jameson, que en 2003, en un brillante y recomendable artículo titulado ‘The Future City’ dice textualmente «Someone once said that it is easier to imagine the end of the world than to imagine the end of capitalism» (Alguien dijo una vez que es más fácil imaginar el final del mundo que el final de capitalismo). Lo que él recuerda, de forma magistralmente resumida en esta frase, es la más elaborada reflexión de otro teórico marxista, el historiador H. Bruce Franklin, en un ensayo titulado ‘What are we to make of James Graham Ballard apocalypse?’ (¿Qué podemos sacar del Apocalipsis de James Graham Ballard?), que induce a esa idea, tras leer su análisis en perspectiva histórica de las novelas de ciencia ficción de Ballard. Franklin reflexiona sobre cómo retrata -o parodia- Ballard la realidad social y la naturaleza humana. Dice que sus novelas reflejan «una sociedad bruta, estúpida, perversa, cruel y autodestructiva», capaz de acabar con el mundo en que vive. El historiador H. Bruce Franklin cree que Ballard confunde el fin de todo con el fin del capitalismo y se pregunta al final de su análisis: «What could Ballard create if he were able to envision the end of capitalism as not the end, but the beginning, of a human world?» (¿Qué podría haber creado Ballard si hubiera sido capaz de imaginar el fin del capitalismo no como el fin, sino como el principio de un mundo humano?”). Como se puede ver, la reflexión de Franklin va mucho mas allá, viene a decir que ojalá la imaginación le hubiera servido a Ballard para avanzar, para lograr un avance que la humanidad necesita, para solucionar un problema: el capitalismo.


J. G. Ballard creó con su indudable y desbordante imaginación mundos apocalipticos a partir de observar, parece ser que con desprecio, lo que le rodeaba. Pero los demás, sus lectores, imitadores y seguidores, prácticamente todos los demás mortales-normales, no imaginamos el fin del mundo, sino que recordamos novelas o películas del fin del mundo. No tenemos capacidad de imaginar, ¡ni la echamos en falta! porque no somos conscientes de ello.
Solo podemos recordar esa “memoria prefabricada” (hoy por Hollywood, ayer por novelistas con gran imaginación), ¡y confundirla con imaginar! Hasta ese punto llega nuestra falta de preparación para todo lo que nos acontece. No podemos imaginar y no somos conscientes de ello, ¡no tenemos capacidad de solucionar nuestros problemas, pero pensamos que sí! Nuestros razonamientos son tan prefabricados como el Apocalipsis de Ballard.
Esto es fatídico. Creemos que pensamos o imaginamos o damos con soluciones a nuestros problemas, cuando en realidad lo que hacemos es recurrir a un “pensamiento/solución prefabricada” que ha sido puesta a nuestro alcance.
Todo esto es lo que pienso cuando algunas personas de izquierdas y activistas por los derechos humanos me sorprenden con una “defensa” de los derechos así, totalmente inconsciente. Los derechos constitucionales a la vivienda, a la salud, a la educación, al bienestar (¡Ah! No, ese ya no es constitucional, Zapatero lo quitó con el total apoyo de Rajoy y los españolísimos no dijeron ni mu) ya solo son para quien pueda pagarlos. Es así, es capitalistamente natural y no puede ser de otro modo.

El derecho a la información veraz

 
Con el derecho a la información veraz pasa lo mismo, hemos naturalizado una “solución” prefabricada tremendamente perniciosa ¡como si fuera una buena idea nuestra!
La Constitución dice, en el capítulo segundo del Título I ‘De los derechos y deberes fundamentales’ que se «reconoce y protege el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión.»
Según el catedrático de derecho constitucional Marc CARRILLO, «la veracidad es un factor integrante del derecho a la información dotado de todos los grados de tutela judicial y por tanto no es una cuestión que pueda ser obviada desde una perspectiva jurídica». Es decir, el derecho a estar informado verazmente es un derecho de primera categoría y su violación es punible.
Si repasamos el elenco de los medios de comunicación que están a nuestro alcance, -que a pesar de dar la sensación engañosa de diversidad, su contenido proviene de muy pocas fuentes originales; ideológicamente, solo de una cultura hegemónica incuestionable-, comprobamos que nuestro derecho a estar informados verazmente es vilipendiado metódicamente.
Si un estado cualquiera, al ser el responsable de garantizar los derechos de su constitución para sus ciudadanos, interviene para garantizar un mínimo respeto al derecho a la información veraz, los activistas defensores de este derecho fundamental tiran de lo que ellos creen que es su propia idea o solución, pero que ha sido prefabricada y puesta a su alcance: «¡No a la intervención del Estado! ¡opresión! ¡dictadura!».
Siempre que les oigo me quedo con unas ganas tremendas de sugerirles «piensa de nuevo en esto. Tú que te consideras progresista, o de izquierdas, estas sacando las uñas para defender la base fundamental del capitalismo: la no intervención del estado, que viva el mercado.»
Ahora que hemos entrado en el siglo XXI, nuestra imaginación ha muerto y nuestra capacidad para dar con soluciones a nuestros problemas apesta como el cadáver que es nuestra imaginación. Ahora, las soluciones / pensamientos que creemos nuestros, se han renovado con capitalista naturalidad hacia la creencia de que para defender tu derecho, lo mejor que puedes hacer es pagar. «Paga por una información veraz, ¡es la única manera! no puede ser de otro modo».
De nuevo, me gusta sugerir a quien defiende esta “solución”: «Tú que te consideras progresista y de izquierdas, piensa de nuevo, si la solución es pagar por un derecho, quien no tiene dinero ¿no tiene ese derecho?».
El derecho a una información veraz lo tiene el rico y el pobre; el que se dice culto y el que no sabe ni leer; el que aprecia la cultura y el que la desprecia; el que se dice informado y el que no hace ni caso a las noticias; el que ha estudiado y el que no, todas las personas. Los estados son los responsables de garantizar los derechos de todos porque están para eso, entre otras cosas. Los activistas están, o deberían estar, para analizar las causas de nuestros problemas y pensar o imaginar soluciones. Después, exigir al Estado que implante dichas soluciones que defienden nuestros derechos y vigilan que el Estado no los desatienda.
Si los activistas le piden al estado que se mantenga al margen de los derechos y que ya los ciudadanos pagamos por ellos (quien pueda), sin saberlo, están trabajando para su enemigo, el capitalismo que tanto creen odiar.
Este asunto es peliagudo, soy periodista, sé lo que es la necesidad de pagar las facturas y pertenecer a una profesión que no se paga. Pero eso es otro tema.
El derecho a la información veraz se defiende exigiendo al estado que lo garantice y que blinde esa garantía frente a los intereses de los partidos de turno que llegan al gobierno con intereses muuuuuuuuuuy alejados de los nuestros.
Como soy de izquierdas, una vez que el Estado gestione la forma en que va a garantizar ese derecho mío y de todos, quiero /lucho por que podamos examinar esa gestión, y si vemos un fallo o un modo de mejorarlo para que nuestros derechos, tanto de los que podemos/queremos pagar y como de los que no, estén defendidos y garantizados, exijo la implantación de esas mejoras.
Ya, ya lo escucho desde aquí. Los activistas me están diciendo que eso es una UTOPÍA… Pues sí, lo será. Lo es, efectivamente, tal y como están las cosas. Creo que menos mal que nos queda la utopía.
La utopía sirve para avanzar porque es imaginar. Apelo a vuestras ganas de mejorar el mundo, ¡imaginad! ¡imaginad! usad esa utópica forma de dar con soluciones. ¡Eso sí es el único camino! Y si el sistema nos ha lobotomizado la capacidad de imaginar, tenemos mucho trabajo por delante. Debemos recuperarla. Es una emergencia. El capitalismo no es la única atmósfera en la que se pueden desarrollar soluciones. ¡Imaginad, imaginad malditos!


Posdata


Yo sí aporto dinero a un par de medios, medios cuya honestidad me parece digna de apoyar, y cuyo trabajo está abierto a todo el mundo. Si alguno de ellos negase su información a quien no pueda pagarla, perdería mi insignificante apoyo económico inmediatamente. Porque eso es lo que es, un apoyo (insignificante ciertamente) a un trabajo que considero bueno, no estoy pagando por un derecho. Eso, mientras tanto, se lo exijo al Estado.


Por Marina Kweli
(originalmente publicado en el Frente Antiimperialista Internacionalista)

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