jueves, 14 de julio de 2016

Burundi o cómo desvirtuar una noticia hasta el extremo

Hafsa Mossi
Leo con espanto que otra miembro del gobierno de Nkurunziza en Burundi ha sido asesinada, el 13 de julio de 2016. Se trata de la exministra de Asuntos de la EAC, Comunidad del África Oriental, Hafsa Mossi, pertenenciente al partido en el gobierno, el Consejo Nacional de las Fuerzas de Defensa de la Democracia CNDD-FDD, una cercana colaboradora y amiga del presidente Pierre Nkurunziza.

Busco la noticia en español para compartirla en Facebook. La encuentro en Europa Press, se acredita conjuntamente a EP y Reuters, y me enfado. De nuevo me sulfuro con la escandalosa desinformación, descotextualización y procaz desvirtuamiento de la realidad al hablar de los países africanos.
 
Lo primero a destacar es algo que no es específico de Burundi, ni de África, sino común para todas las víctimas de segunda categoría, sean éstas de donde sean, son las vidas de menos valor: mujeres, negros, musulmanes, pobres, personas reivindicativas…. estas víctimas “mueren” no las asesinan, aunque la causa de su “muerte” sean dos tiros a quemarropa.

Si analizamos comparativamente, ¿por qué unas veces los responsables no se pueden identificar -o no nos importa- y otras, por pura lógica de deducción, apuntamos inmediatamente a ciertos responsables desde el primer momento, aunque solo sea definiéndolos como terroristas? Los hechos acontecidos en este caso son que Hafsa Mossi no es la primera, en los últimos meses, destacadas figuras del gobierno y del ejército burundés han sido asesinadas del mismo modo, por “hombres armados sin identificar”. Pero sí se podrían identificar con lo que la prensa internacional llama “rebeldes”, incluso “opositores” al gobierno de Nkurunziza, por mera lógica de deducción. La realidad es que son terroristas, porque actúan como terroristas, y hay muchas pistas que apuntan a responsables bien identificados, pero no se mencionan. Esto nos parece aceptable, pero por ejemplo, en casos de ataques a tiros en Europa, o instalaciones estadounidenses por el mundo, como los recientes atentados contra su embajada en Arabia Saudí, se apunta desde el primer momento a yihadistas casi siempre (o a quien pudiera tener interés en esas muertes), y por su modus operandi, no se duda en ningún momento en definirlos como terroristas.

En un alarde de periodismo de calidad se dice a continuanción que en la capital de Burundi, Bujumbura, “la tensión política y la violencia han aumentado recientemente”, como queriendo cumplir el requisito imprescindible en la información de calidad de Contextualizar. Pero no lo logra. Sencillamente porque no explica más. De ahí salta a citar, en primer y principal lugar la reacción de la ministra de Exteriores de un país vecino, Ruanda. Como si no hubiera personas más directas que citar, como un comunicado de su partido, del gobierno, del presidente, la policía o cualquier analista de Burundi, todo ello abunda en internet.

Es como si, después de los atentados de Orlando, la primera y principal cita que se ofreciera en los medios, no fuese la de la policía, o la del presidente de Estados Unidos, sino unas palabras escuetas de condena oficial del ministro de Exteriores de México o de Guatemala. Y la cita se repite varias veces, pero no se menciona por ningún lado la reacción de Obama, ni las declaraciones de la policía, ni nadie del país. Para ser justos, sí cita, secundariamente, a un periodista burundés, Willy Nyamitwe, sin añadir nada a la vacua cita de la ministra de Exteriores del país vecino. De todo lo que haya podido decir al respecto un hombre que argumenta con bastante respetabilidad por qué no da lo mismo quiénes sean las víctimas y quiénes los agresores en la crisis de Burundi, el o la redactora de esta noticia ha seleccionado estas palabras: “fue tiroteada por criminales”.

Hafsa Mossi , la ministra asesinada a quemaropa enfrente de su casa ha dejado de interesar en el segundo párrafo. Tampoco nos importa indagar en quién pudiera ser responsable del ataque terrorista. De vuelta al falso intento de contextualizar, se ofrece toda la retahíla de datos que se repiten desde hace un año para explicar Burundi: Su presidente se empeñó en 2015 en presentarse a un tercer mandato, protestas, 450 muertos, violación de la constitución, violación de los acuerdos de Arusha, Nkurunziza malo, Nkurunziza caca. Se responsabiliza al presidente de todo lo que ocurra en su territorio, porque sí, porque es el único al que podemos señalar desde fuera. Somos así informando de los asuntos políticos de los países africanos.

Esto es como si al informar del tiroteo en Dallas, Estados Unidos, que acabó con la vida de cinco policías el otro día, sin poner en antecedentes ni poner en relación con los asesinatos de afrodescendientes por parte de la policía, ni con las protestas, simplemente se dijera. “Un hombre ha disparado y matado a cinco policías. La violencia se ha apoderado de Dallas desde que Obama decidiera no ocuparse de la impunidad de sus brutales fuerzas de seguridad, que asesinan unas 1000 personas al año”, por ejemplo, y que conste que todos estos datos de Estados Unidos son más ciertos que algunos ofrecidos sobre Burundi: la policía mata una media de 1000 personas al año, Obama es el presidente, sus fuerzas de seguridad son brutales, su gobierno no ha atajado el problema de la violencia policial, luego Obama es responsable. “El régimen de Obama asesina de nuevo” ¿nos parecería normal? ¿Por qué nos parece normal al hablar de Burundi?

Al cierre de la noticia topamos con otro zafio intento de contextualizar. No hace comprensible la noticia, todo lo contrario, lo enmaraña todo, descontextualiza para que el lector llegue a la conclusión de “uf, son esos que se matan entre sí por incomprensible odio étnico”. Bastan cinco líneas para decir una cosa y la contraria, tres mentiras descaradas y un tendencioso mantra de propaganda subliminal.

El aumento de la violencia en Burundi, de mayoría étnica hutu, ha disparado las alarmas en la región, donde la sociedad continúa gravemente afectada por el genocidio que perpetraron los hutus con la comunidad tutsi en Ruanda en 1994. Aunque la violencia ha tenido un cariz político y no étnico, los mandatarios de los diferentes países de la región han mostrado su preocupación ante una posible reanudación de los conflictos étnicos del pasado.

La forma de poner en relación la afirmación de que se hayan “disparado las alarmas” en la región con que la mayoría en el país sea hutu no tiene sentido. Es mentira que hayan saltado las alarmas etnicas en la región, nadie en la región teme que los hutu de Burundi se vuelvan locos asesinos en masa. La segunda mentira es que la sociedad burundesa esté hoy “gravemente afectada por el genocidio de Ruanda de 1994”. La sociedad burundesa ha sufrido sus propias tragedias y para acabar con esos fantasmas, ha constituido una sociedad igualitaria, donde la etnia no da privilegios ni desventajas, muy al contrario que Ruanda, tan invocada sin explicaciones en esta nefasta nota. En realidad, es tan hutu el presidente Nkurunziza como la mayoría de la oposición que lo quiere derrocar. Se afirma que “la violencia es política y no étnica” (a pesar del empeño de la comunidad internacional en mirarlo bajo el prisma étnico, sin el más mínimo resultado) pero se teme que se produzca violencia etnica. Es decir: “aseguramos que no es X y tememos que sea X al mismo tiempo”. Por último, el mantra propagandístico, el mensaje subliminal de “hutus asesinos, siempre, en todas partes”, llega a ser descaradamente borrego.

Estamos ante lo que Michael Vickery llama la Standard Total View, STV, la Visión Total Estándar que no tiene fundamento en la realidad, es una creación del poder (él hablaba de las guerras de Estados Unidos en Indochia, por tanto atribuye el poder al Departamento de Estado estadounidense) y de los medios Occidentales a su servicio, pero es asimilada como la realidad incuestionable por todo el público: intelectuales de derecha e izquierda, medios, historiadores, analistas y ¡hasta la mayoría de los propios afectados o víctimas! queda escrito como la historia oficial. Es muy difícil combatir esta visión total estandarizada de los problemas de la región de los Grandes Lagos africanos. Como en el caso de las guerras estadounidenses en Indochina, la historia oficial o STV la han creado e impuesto los vencedores por la fuerza bruta, y ya no sale de la mentalidad popular ni con agua caliente.

Habría mucho más que decir sobre la relación y similitudes entre Ruanda y Burundi, los intereses internos y externos a Burundi y su crisis, real y violenta, que es política, no étnica. Insisto en que no pretendo defender a Nkurunziza, opino que no debería haberse presentado a un tercer mandato, pero más miedo que él, me dan los que le quieren linchar.

No tengo ninguna duda de que esta breve nota ha sido redactada con toda la tendenciosidad del mundo por alguien de Ruanda -o que apoya la STV de la élite que gobierna Ruanda y sus protectores- y ha sido difundida al gran público mediante las agencias internacionales. De hecho he podido hallar ejemplos de la misma redacción patética en inglés y en francés, en otros medios europeos.

Mi frustracion viene dada por ¿cómo es posible que esto nos sea transmitido incuestionado, sin poner en duda nada, ¡sin comprender! lo que se está trasmitiendo, sin molestarse por añadir algo de fundamento, algún razonamiento? Es comprensible que haya compañeros o compañeras que no conozcan en profundidad la geopolítica de un país lejano como Burundi. Nadie puede saber de todo, los periodistas tampoco. Pero eso no es excusa para que actuemos de transmisores sordos, ciegos y mudos de todo lo que nos llega ¿de dónde? ¿Quien ha escrito eso y qué intereses tiene? En serio ¿es que no salta nada raro a la vista al leerlo? Me niego a creer eso. No han cuestionado nada, se profesa una credibilidad casi religiosa a las agencias internacionales. Exite una especie de mentalidad totalitaria, similar a la fé, donde en lugar de defender la buena práctica periodística de contextualizar, razonar y verificar, se defiende lo contrario: quien cuestiona las notas de las diosas agencias internacionales es mal profesional y “conspiranoico”. Qué apropiado… para la STV.

Los que queremos ser buenos profesionales ¿Así queremos cambiar la imagen que tienen de África los lectores españoles y europeos? Mal camino. Deshonesto e inconsciente camino, reproducir notas extrañas e incomprensibles sin cuestionar absolutamente nada. Así no cumplimos nuestro cometido de honrar el derecho a informar y ser informado, nuestro y de la sociedad en la que vivimos.

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